Crónica: ¡Por favor, no salgas!

Por Kayla Pech

CANCÚN, QRoo.- Resulta fácil decirles a todos por imágenes y cadenas de WhatsApp, “quédate en casa”, pero al detenerte un momento a pensar, significa parar todas tus actividades cotidianas, además de aquellas destinadas al entretenimiento. No es tan sencillo como lo aparenta.

Iniciando por el segundo viernes de marzo, pensando que sería únicamente un fin de semana largo, al caer la tarde me despedí de mis amigas con un “-Nos vemos el martes, disfruta tu puente”, sin llegar a imaginarme que sería una despedida muy corta para aquello que se aproximaba.

El “puente” del fin de semana, el sábado a las 15 horas se convirtió en vacaciones y las vacaciones, el domingo por la mañana, en clases en línea, por prevención de contagio y dispersión del Covid-19.

El sábado al regresar a casa, mamá estaba preocupada, no había hecho la despensa y escuchó en las noticias que le gente comenzó a realizar compras de pánico. Me pidió que la acompañara, quería regresar antes de que cayera el atardecer. 

Al llegar al supermercado, sólo observamos a la poca gente que había acaparado todo, mamá angustiada, tomó el doble de cada cosa, porque “-qué tal si mañana nos quedamos sin reservas-“. Las redes sociales sacaban notas por montones de que el papel higiénico se había acabado, pero en ese momento, era lo último que la gente veía. 

Los productos de limpieza no dejaron rastro, mucha gente no sabía por qué los llevaba, pero sentían que lo necesitaban. Una madre le dijo a su hijo, mientras esperaban al empleado con más desinfectante Lysol, “Cuando se acerque, corre y toma dos del que traiga”, se había convertido todo en un juego de competencia por los productos que aún existían en bodega.

Por fin salimos de ese ambiente lleno de pánico, pero en la plaza comercial la gente aún se saludaba de beso, se volteaba a ver, lucía como una tarde de vacaciones en verano, nada a excepción de las compras por montones estaba fuera de lo normal. Domingo y lunes, nadie salió de mi hogar.

El martes a las cuatro de la mañana, papá se levanta para alistarse y esperar a que salga su trasporte del hotel. Papá no ha dicho nada, pero sus gestos y lo sereno que se ha comportado, indican que él también tiene miedo. Dan un cuarto para las cinco, cuando papá le dio un beso largo a mamá y se despidió de nosotros en nuestro cuarto, antes de partir. 

Me levanté temprano, mi hermano menor, con asma, tiene que ir a la escuela. Las noticias, los informes y las cápsulas, han dicho que no salgan quienes padecen enfermedades respiratorias. Ahora, sólo lo veo a él a quince minutos antes de las siete, levantarse del sofá para tomar su mochila y pedir que lo lleven, porque las autoridades de la escuela, informaron que el martes era obligatorio asistir. 

El director, parado en la entrada de la escuela, vocea a todos los padres de familia que todo está bien, y que los niños tendrán clases normales toda la semana. Gratificante fue escuchar a la salida que el miércoles era voluntario ir o no.

Al anochecer decidimos investigar qué sucede, los sonidos en las calles eran poco frecuentes, parecía que la colonia desapareció. El vecino que molesta a todo mundo con su música también tenía miedo; en su grabadora ya no escuchaba música, solo noticias.

Sentados en el sofá, por la televisión y el celular buscamos información: 82 personas hasta el momento infectadas en todo México (al 17 de marzo). Redes sociales a todo lo que da, difundiendo el hashtag #QuédateEnCasa, y aun así, medio Cancún quiso ir a la playa.

Incierto nuestro futuro en manos de la poca solidaridad y credibilidad de la población hasta el momento, con miedo, mil pensamientos para prevención y cuidado de nuestro núcleo familiar, sólo esperando que mañana el gobierno se tome en serio lo que está sucediendo y sea más fácil decir sin miedo a las represalias, “por favor, no salgas”.


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Crónica: Cuarentena fuera del hogar

Por Víctor Suárez

CANCÚN, QRoo.- Son las 6:45 am cuando se comienzan a recibir las notificaciones de que la clase en línea comenzará pronto; todos comienzan a tratar de conectarse a los servidores que permiten mantener un contacto directo con sus profesores, a pesar de la cuarentena que se ha levantado casi a nivel mundial. Es algo sin precedentes, que todo el mundo se paralice a la vez por un virus que no deja respiro para los gobiernos ni para las personas, nadie puede decir que el Coronavirus o Covid-19 le ha sido indiferente en este 2020; y creo que este fue (y será) el mes de marzo más inusual que recuerde mi generación. 

Amanda Vaca vino desde la capital ecuatoriana, Quito, a Cancún; siguiendo sus sueños de estudiar en una universidad del extranjero: La Universidad Anáhuac Cancún, sin embargo, en ningún momento pasó por su mente (o por la de cualquier otro estudiante foráneo) que a pocos meses de comienzo del semestre, estaría encerrada en su casa, no por orden gubernamental sino por decisión propia, siendo ella la única responsable de su cuidado y su vida. 

Nunca pensamos en lo peor que podría pasar en cada decisión que tomamos, y si se pensase en lo peor que podría pasar al venir a Cancún, lejos de casa, lo último que pensaríamos todos los foráneos (incluyéndome) es que entraríamos en cuarentena por la propagación de un virus proveniente de China. Si alguien te lo hubiera contado hace un año, probablemente pensarías que es imposible o parte de alguna novela distópica.

A las 7:00 am comienzan las clases, saltando de sesión en sesión y de plataforma en plataforma, es el esfuerzo que realizamos tanto profesores como alumnos para mantener la normalidad en esta situación tan anormal; es así como Amanda piensa que se debe observar esta situación, como una oportunidad de demostrar nuestra capacidad de adaptación ante las adversidades. A diferencia de millones de personas a nivel mundial (la gran mayoría, de ello estoy seguro), hoy, alumnos de 34 nacionalidades de la misma universidad se encuentran en una cuarentena que se han sobreimpuesto, en respuesta a la pandemia.

Estar lejos de casa en una situación tan compleja es difícil, así te encuentres solo o acompañado; muchos de los estudiantes foráneos de la Universidad Anáhuac Cancún viven en compañía de otros estudiantes de igual condición o solos, en su defecto; tienen que valerse por sí mismos para prepararse para una posible cuarentena decretada por el Estado, mientras que intentan evadir la calle lo más posible para evitar la propagación del virus.

Mónica Marenco, es una alumna que proviene de Managua, ciudad capital del país centroamericano Nicaragua y es roomie de Amanda; estas jóvenes, ambas de 19 años, son un claro ejemplo de las muchas personas que vinieron de sus países a cursar “un semestre más” y se encuentran actualmente en cuarentena.

“Muchos foráneos lo llamamos adulting, al proceso de volvernos adultos de un mes a otro, tomar la combi, hacer nuestro súper, tener efectivo, los trámites migratorios. En circunstancias normales, nuestros papás resolverían todo lo pertinente a la cuarentena, pero aquí sólo lo puedo hacer yo”.

Eso es lo que comenta Amanda respecto a la diferencia entre la cuarentena para jóvenes foráneos en comparación con los jóvenes mexicanos. Personalmente, fui al super cuatro veces desde el 13 al 18 de marzo; y tuve la oportunidad de encontrarme a otros conocidos foráneos, como yo, que compran todo lo que encuentran (y su presupuesto les permite) para estar preparados en caso de que un día simplemente no puedan salir más.

Ahora, mientras se hacen tareas, se reciben clases impartidas por videoconferencias y se trata de mantener el orden en cada uno de los hogares, todos los estudiantes foráneos se enfrentan a la incertidumbre de qué pasará el día que no puedan salir de México ni de sus casas; “no todos tienen la dicha de volver a su país”, comenta Mónica, en cuanto a la imposibilidad de regresar a los países de origen, debido a las fronteras cerradas y a la preocupación de contraer el virus en aeropuertos.

“Compramos dos juegos de mesa para tener qué hacer en esta casa el día que nos aburramos de vernos las caras”, es lo que Amanda dice en cuanto a lo que hará a medida que se prolongue la cuarentena. Lo único que se puede hacer es mantener la calma en medio del caos, ninguno quiere preocupar a sus padres quienes, más allá de transferir el dinero posible a sus cuentas, no tienen muchas maneras de ayudar a sus hijos en el extranjero.

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El presidente Donald Trump ha dicho que la pandemia podría prolongarse hasta agosto, es decir, hasta comienzos del semestre entrante; mientras que miles de estudiantes, como Amanda, “hacen de tripas, corazón”, para mantener el ánimo en una cuarentena que los mantiene encerrados en sus casas; pero muy lejos de sus hogares.

Crónica: Se cierran las puertas

Por Jorge Salas

CANCÚN, QRoo.- Desde el pasado lunes 16 de marzo se cerraron las puertas de la Universidad Anáhuac Cancún y de muchas otras escuelas del municipio de Benito Juárez, Quintana Roo. En lo que parecía un simple día de asueto, pero en el que todos estábamos al pendiente de lo que sucedería a raíz de la crisis que cruza el mundo, y que actualmente está afectando a nuestro país por la pandemia del coronavirus

Alrededor del mediodía comenzó a circular un comunicado por todas las redes oficiales de la Universidad Anáhuac Cancún, en el que se le informaba a la comunidad que como medida adicional de prevención para salvaguardar mejor la salud y la seguridad de todos los miembros de la comunidad, las clases presenciales se cancelaban, algo que ya era esperado por la mayoría de la comunidad, pero lo que no se comentaba era que la universidad migraría a la modalidad virtual, a partir del miércoles 18 de marzo. 

 

Después de un martes aparentemente tranquilo, pero sorprendidos por los constantes mensajes de los profesores, quienes amablemente explicaban la manera de trabajar, adaptándose a las condiciones que lo ameritan, se pasa una noche tranquila y se llega al tan esperado miércoles 18 de marzo. 

Me despierto relajado a las 10:30 am, al saber que no tendré que correr para tomar el autobús y poder llegar temprano a la escuela, pero comienzo a preocuparme al poco tiempo, al saber que tendré que exponer online, una habilidad que no poseo debido a que nunca lo he hecho. Llega la hora de mi clase: 11:30 am en punto y me dispongo a conectarme, no me presenta dificultad alguna el entrar en la sesión, pero me resulta muy extraño el mirar a todos mis compañeros en sus casas y no en el salón de clase como habitualmente convivimos. 

Con el miedo que me imponía la computadora hice mi presentación, aparentemente todo salió muy bien, se termina la clase y ahora el cambio de plataforma para conectarme a otra clase, algo que era complicado y tedioso, pero ahora se ha vuelto algo ordinario. Se terminan las clases a las 2:30 pm como solía ser, bajo las escaleras y tengo la satisfacción de poder comer en la mesa del comedor, junto con toda mi familia, la rica comida calientita que preparo mi mamá, algo que no podía hacer desde hace tiempo. 

Miramos el noticiero mientras comíamos y nos dimos cuenta que no todo es felicidad, y que los únicos que podemos cuidarnos somos nosotros mismos permaneciendo en nuestra casa ante la falta de acciones de nuestro Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, quien asegura que su escudo contra el Coronavirus es su gobierno anti corrupción (al parecer no conoce otra palabra). 

Continúo mi vida con normalidad dentro de casa y llegando la hora me voy a dormir, no sin antes ver el noticiero nocturno para darme cuenta que las cifras de infectados suben en todo el país y convencerme de que mi universidad tomó una acertada decisión. 

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La rutina continúa. Al otro día me levanto temprano para tomar la clase a la misma hora que de costumbre: 7:00 am, solo que ahora con la puerta cerrada, tanto de mi cuarto, como la de mi casa y también la de la escuela.

Crónica: #QuédateEnCasa

Max Calderón | R360

CANCÚN, QRoo.- Todo pasó muy rápido. La primera vez que supe de este tema fue a través de un meme, cuando lo vi no le tomé importancia, es un meme y ya está -dije al principio-. “Eso solo pasa en China” declaraban las personas en las redes sociales, lo veíamos como una problemática lejana que nunca nos iba a suceder.  

Los casos pasaban de dos personas a 100 en tan solo una semana en países como Italia y España; un chiste, decíamos todos. Si comemos de un asador que fue limpiado por una cebolla, ¿qué nos puede pasar? Más de 200 mil casos en 162 países, llegó lo inevitable: 11 de marzo, el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom, declara que oficialmente el Covid-19, mejor conocido como Coronavirus, era una pandemia mundial. 

Un día después, las redes sociales inundadas por fake news causaron que miles de personas entraran en pánico: supermercados saturados, el desabasto de papel higiénico, cubrebocas y gel antibacterial fue casi inmediato; lo que la mayoría de la gente no sabía es que todas estas acciones podrían llevarnos a un riesgo mayor de contagio y más pánico.

Bastaron solo días para que escuelas y múltiples establecimientos cerraran sus puertas como medida de prevención. Finalmente, la universidad a la que asisto canceló clases presenciales y de inmediato retomamos clases en línea.

Ya hacía días que estaba en cuarentena; los primeros dos me sentía increíble, sin responsabilidad alguna, en casa viendo películas y comiendo cuanta comida chatarra se me atravesara. Sentía por fin tomar un respiro después de tanta semana de escuela. Al tercer y cuarto día empezaba a extrañar mi rutina: despertar, bañarme, desayunar, ir a la escuela, convivir y reír con mis amigos para después ir a comer con ellos “a echar el chisme”, como nosotros decimos.

Siempre he sido alguien muy hiperactivo, a pesar de tener a mi madre y a mi hermana en casa, necesitaba ver a alguien más, no podía seguir viendo películas todo el día en mi casa; empecé a sentirme ansioso y a tomar cierto odio por el coronavirus.

Llego el quinto día de la cuarentena: 93 casos de coronavirus confirmados en México (al 19 de marzo), a solo siete casos de convertirse en fase dos. No fue hasta este día y al leer estos datos que tomé conciencia: ¿qué harías si tu abuelo, abuela, tío e incluso madre, fallecieran a causa de este virus? ¿Seguiría siendo un meme para ti?

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A veces las cosas malas nos tienen que suceder para entender las cosas, pero este no es el caso, está en nuestras manos controlar este virus; seamos el cambio que tanto exigimos para nuestra generación y #QuédateEnCasa.

Crónica: En tiempos de una pandemia

Por Amanda Vaca

CANCÚN, QRoo.- Al empezar con la cuarentena, siento incertidumbre y me preocupo al pasar de las horas. La idea de quedarme en casa todos los días sin mucho qué hacer, y con temor a salir a la calle, me atormenta.

Cada día son más los casos de personas infectadas por el Covid-19, más casos de situaciones desafortunadas que no solamente un país, sino todo el mundo tiene que enfrentar ante esta pandemia. El virus se ha intensificado y esto ha causado gran preocupación y desesperación entre la mayoría de las personas en el mundo.

Fue hace aproximadamente dos semanas que han surgido cambios drásticos en nuestra sociedad, y junto a esto, se ha producido un caos en la población. Alrededor del mundo, países están tomando las medidas sanitarias y de seguridad que sean consideradas necesarias para que el virus disminuya y se esparza lo menos posible.

Lo que este virus está produciendo no solamente está afectando a la salud de las personas, también a la economía y el estilo de vida de muchos.

Al pasar de los días, varios países cierran sus fronteras y niegan el ingreso aéreo o marítimo para cualquiera que venga de lugares altamente infectados por el Covid-19, como Europa y Asia. Esto lo hacen para tomar medidas de seguridad, pero de esta manera, cientos de personas no pueden regresar a su país o salir de alguno que estén visitando.

Al ser extranjera, y también siendo la primera vez que yo enfrento un virus de esta magnitud, he pasado momentos difíciles al tener que pasar por todo esto, sola.

El primer obstáculo que enfrenté fue el estar en un país ajeno, donde la preocupación por mi familia, y la necesidad de estar cerca de ellos en momentos tan difíciles, crece aún más.

En Ecuador, mi país, los casos aumentan en estadísticas de aproximadamente 50 personas (antes del 23 de marzo) por día, haciendo que muchos se contagien y la situación esté al borde del descontrol. Como varios otros países, ha entrado en cuarentena y solamente sus habitantes pueden salir si es para cosas específicas.

El segundo obstáculo que he enfrentado ha sido estar días enteros en casa, encerrada, sin mucho qué hacer. Al haber discutido de este malestar con mis amigas cercanas, caímos en cuenta que debemos tener los días planificados para que podamos ser productivas y trabajar con lo que tenemos.

Finalmente, el tercer y más difícil obstáculo creo que ha sido la incertidumbre del futuro de la humanidad. Durante este tiempo, y al ver que cada día surge algo nuevo en todas partes del mundo, siento que el Covid-19 es muy alarmante, y me preocupa la situación en la que nos vayamos a encontrar en pocas semanas, si el virus no se logra controlar más de lo que ya se está intentando.

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Junto al apoyo social que se está creando más que nada a través de las redes sociales, las personas están haciendo más conciencia acerca de cómo cuidar de sí mismas, cómo mantenerse en casa sanas y salvas; pero lo más importante es que las personas se están uniendo para generar esperanzas y desear que pronto, todos salgamos de esto de una vez por todas.

El amor en los tiempos de pandemia

Renee Mawad | R360

193,474 casos confirmados; 7,864 defunciones; 164 países y áreas afectadas (al 19 de marzo)… 

Números que observamos detrás de nuestra pantalla, cifras, actualizaciones, comunicados, caos, crisis, fe, esperanza, unión, se asoma por el hombro de aquellos que han servido más tiempo a la comunidad, aquellos cuyos ojos vemos agotados, sin embargo saturados de experiencias, estos ojos inmensamente aferrados de seguir contando su historia. Son aquellas manos con tantas historias palpables y visibles a la mirada las que se despiden, aquellas manos que alguna vez contaron con un espíritu joven y libre que hoy, sin más, pasan a ser parte de nuestra historia, un relato que se contará por decenas de generaciones.

Durante estos días, donde mi cuerpo se ha mantenido entre cuatro paredes, mi mente encuentra una salida secreta al encierro, se fuga a través de un destello de luz y derriba por completo a las cuatro estructuras.

Repentinamente me hace comprenderlo todo: las calles vacías, las plazas desiertas, el silencio ahora es el ruido más fuerte. 

Millares separados, pero más unidos que nunca. Un virus que ataca a aquellos desafortunados pero que sana a los más inesperados. La naturaleza reclama lo que es y siempre ha sido suyo; los prados crecen, las ramas en los árboles reciben con tranquilidad a sus visitantes y los cisnes desfilan una vez más, siempre en vigilia, del regreso de las pisadas y el fuerte bullicio. 

La humanidad, por primera vez en mucho tiempo, calla y escucha, no opina, no comenta, observa asume y acciona. Unos se preguntan cómo es que estando tan alejados nos sentimos tan unidos. A mí, supongo, me gusta ver la otra cara de la moneda: ¿cómo es que nos sentíamos tan separados estando tan unidos?

“Estamos creciendo en proporción directa a la cantidad de caos que podemos sostener y disipar.”

lya Prigogine.

Anticipo que la magnitud del problema ahora ya no es lo principal a tratar, sino la inmensidad de la posible solución a encontrar. El caos evolucionó a unión, y la unión, a salvación. 

Aquellas que florecen nuevamente no son únicamente las flores; la tempestad se calma pero no necesariamente en las nubes. El crecimiento de nuestra especie ahora no se remite con limitante a lo capital, a la construcción o al poder. 

El crecimiento colectivo se propaga por millones de mentes y nos da un escalofrío por la piel al ver lo precioso que es estar con uno mismo, de conocerse, de amarse, de practicar aquello que nos apasiona, pero hacerlo con la mejor compañía de todas: la de uno mismo. Es así como el amor en los tiempos de pandemia toma la bandera y camina firmemente al frente de la manifestación, pidiendo por unos, luchando por otros, es como si el mundo hubiese despertado para nunca jamás dormir de nuevo. 

Tal vez era necesario crear caos en el exterior para poder indagar en el interior.

Con ese destello de luz que se abre entre las cuatro paredes, leo las últimas noticias de la situación actual. La luna toma su lugar y las luces se apagan, pero yo no. Hay noches en las que el destello aumenta en algunas palabras leídas en comunicados y la esperanza parece crecer por el mundo.

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Como yo, espero que existan más cuyas mentes superan las cuatro estructuras rectangulares que forman parte de su cuarto, y que con este brillo regresemos más fuertes que nunca a deconstruir los cuadros mentales y aprender a amar no únicamente, en los tiempos de pandemia.

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