Acostúmbrate al mundo nuevo. El futuro ya nos ofreció una panorámica de cómo serán los años venideros.
Los gobiernos y empresas de telecomunicaciones ya empiezan a notar la sobrecarga informativa y la multiplicación exponencial de datos derivados de la hiperconexión que provocó la cuarentena del Covid-19.
Los mensajes de “bájale a tu consumo de video” empiezan a recorrer la web.
Los ministerios y secretarias de educación pública mandaron la instrucción de golpe logrando en unas semanas lo que llevaban décadas intentando (a veces en modo fallido): migrarnos a la ola digital.
En unos días alumnos y profesores dejaron sus hábitos de conexión orientados al ocio y entretenimiento para hacer uso de todas las pantallas posibles para continuar con el proceso alfabetizador.
¿Qué implicó para muchos este giro del tsunami digital?
La migración emprendida, casi en modo de éxodo glaciar, puso en evidencia una serie de problemas, falacias y falsos imaginarios que se han filtrado en nuestra vida en modo muy sutil:
- Nuestros “nativos digitales” no nacieron con el chip integrado. Más que nunca se ha evidenciado la falta de competencias digitales profundas de las jóvenes generaciones acostumbradas a la vida entre pantallas. Sus habilidades en muchos casos son superficiales y se limitan a usos y exploraciones que les permite rellenar tiempos muertos y convertirlos en tiempos de consumo. Sus recursos son limitados y se soportan en plataformas de entretenimiento en búsquedas ligeras, copiar y pegar, pensamiento crítico poco estimulado y emular los juicios de otros como propios.
- Las posibilidades de hiperconexión son limitadas. Cuando padres, hermanos y otros miembros del hogar están todos conectados los flujos de datos sobrecargan la capacidad contratada y las conexiones se vuelven frágiles y limitadas lo que provoca la ciber ausencia en clases virtuales o las participaciones en modo fragmentado.
- Las fronteras de lo público y lo privado se diluyen. El espacio doméstico se ha vuelto la escenografía de la nueva arena pública. Las videoconferencias en la sala, el estudio, la recámara, el jardín o la azotea se han vuelto comunes. El alumno que toma las clases en pijama, la madre que cocina en medio de una junta, los perros y gatos siendo protagonistas durante el pase de lista son estampas cotidianas. No obstante, la solicitud de no invadir la privacidad se hace más común pidiendo no encender la cámara para que los demás no vean cómo y dónde viven o usando un fondo “divertido” en zoom para emular entornos físicos cotidianos.
- Con la contingencia tendrás exceso de tiempo de ocio. Al inicio de la cuarentena se recomendaba preparar lecturas, ver películas, escuchar discos olvidados, entretenerse con juegos de mesa… La falta de un diseño instruccional efectivo ha llevado a saturar de actividades a los alumnos que se han visto imposibilitados de cumplir porque el tiempo no les basta. Faltan horas al día para poder cumplir con todas las actividades. Conciliar vida-ocio-familia y escuela es una competencia más a desarrollar.
- Todo es un distractor de todo. El ocio de las tareas, las tareas del tiempo familiar distraen una actividad de la otra. La disciplina y el respeto de los momentos es fundamental para el proceso de enseñanza aprendizaje.
- La sobrecarga de actividades y la omniconexión hace que maestros y alumnos se encuentren rebasados. Se piden actividades que después no se pueden evaluar por falta de tiempo o se piden actividades para realizarse con recursos digitales no siempre disponibles gratuitos en la red.
- Faltan protocolos y normas de netiqueta para gestionar clases y juntas de academia. No contamos con criterios o normativas para moderar y articular positivamente estos espacios
- La vida se resuelve del todo estando hiperconectados. Cada vez se hace más evidente la necesidad de interacción social, los alumnos inician las sesiones comentando lo mucho que extrañan el salón de clase, a sus amigos e incluso profesores. La interacción mediada por dispositivos es un bien que tiene que estarse renovando. Las familias piden comida a domicilio y pasan minutos platicando con el repartidor sobre cómo luce el mundo allá afuera. Extrañan salir a caminar, hoy todos quiere ir a tirar la basura. Limpiar la casa es el más extremo de los deportes que practican.
- La resistencia digital empieza a contagiarse. Aparecen grupos de personas afirmando en sus perfiles que habrán de desconectarse algunos días o colocando imágenes añorando los tiempos de la vida off line. Los conspiracionistas e incrédulos retan al sistema saliendo de casa para evidenciar que la otra vida todavía es posible.
- La infoxicación es la nueva infodemia. Entre notas falsas, curas milagrosas, recetas ancestrales y conspiraciones que fluyen como plaga por WhatsApp las personas empiezan a padecer otra pandemia, la de la desconfianza y el temor. El miedo se ha vuelto su constante.
- Se nos dislocaron los horarios. La disciplina del horario laboral, de clase, de casa se ha modificado a tal nivel que las personas cada vez descansan menos, se alteran los ritmos de sueño. Nos enfrentamos a una sociedad cansada pero inmóvil.
Seguro son más las falacias y falsos imaginarios. La vida desde hace algunas semanas es otra. El mundo futuro se habla en presente. Apenas logramos percibir la punta de un iceberg que bien podríamos esquivar, aunque algunos ya sintieron que chocaron contra él.
Texto escrito por Jorge Alberto Hidalgo Toledo, coordinador académico de Posgrado de la Facultad de Comunicación de la Universidad Anáhuac campus México.