Netflix cuenta con un catálogo muy amplio de documentales realizados por la compañía. Si estás buscando un contenido de true crime, con un final inconcluso que te moverá todas las fibras sensibles, “El caso de Alcàsser” es la miniserie indicada para ti.
Todo comienza un 13 de noviembre del año del 1992 en Alcàsser, un municipio en la provincia de España. Miriam, Toñi y Desireé desaparecen esa noche cuando intentaban llegar a una discoteca muy popular de esa época pidiendo aventón. Las niñas tenían 14 y 15 años.
En cuestión de horas, el municipio entero se movilizó para encontrarlas. La búsqueda se extendió hasta Londres. A los 75 días después, aparecieron asesinadas a 45 minutos de Alcàsser.
El caso generó mucho ruido en los medios masivos de comunicación en España. En parte, gracias a Fernando García, el padre de Miriam, una de las niñas asesinadas. Pero a pesar de que la atención en estas situaciones podría parecer favorable, lo cierto es que pronto, se convirtió en un circo mediático que dejó a todo un país hambriento de más espectáculo.
Te la recomiendo porque…
La miniserie cuenta con 5 capítulos; 1. Desaparición, 2. Crimen, 3. Teorías, 4. Juicio y 5. Un final.
La exposición constante en televisión de los avances de la investigación, provocó confusión y más rabia en las y los televidentes. El morbo de El Caso Alcàsser se vio alimentada por:
Las autoridades,
las familias de las víctimas,
los medios de comunicación.
Dos días después de la desaparición de las niñas, Alcàsser estaba tapizada con sus rostros. Las familias de las víctimas decidieron pedir ayuda a televisoras, periódicos y programas de radio. Buscaban una difusión masiva para poder encontrar a sus hijas. Diversos medios de comunicación participaron en la búsqueda, manteniendo a la audiencia informada con todos los detalles que se conocían.
El Caso Alcàsser fue una desaparición que sacudió al país entero. Las familias de las niñas y la población, tenían esperanza de que las menores fueran halladas con vida. Fernando García, padre de Miriam, sabía que necesitaba estar presente en los medios para no dejar que la investigación se enfriara, y gracias a sus constantes apariciones en televisión, España se unió a la búsqueda de las tres chicas.
Dos meses después de la desaparición, fueron encontradas asesinadas a las afueras del municipio de Alcàsser. Con el hallazgo de los cadáveres, la atención se enfocó esta vez en el luto de las madres, padres, hermanas, hermanos y familiares de Miriam, Toñi y Desireé, en lugar de encontrar a los feminicidas y hacerlos pagar.
1. La responsabilidad de las autoridades
Hasta la fecha las familias de Miriam, Toñi y Desireé sostienen que desde el reporte de desaparición de las niñas, existieron diversas inconsistencias en la investigación. Se acusa que la guardia civil dejó escapar al principal sospechoso de los feminicidios, Antonio Anglés, quien hasta la fecha sigue prófugo y es buscado también por la Interpol.
Miguel Ricart, el único sospechoso arrestado, fue sentenciado a penas que oscilaban entre los 206 y los 245 años de prisión. Salió libre en 2013, tras una serie de cambios en las leyes penitenciarias de España.
También, se ha señalado que desde el levantamiento de los cadáveres, no se siguieron los protocolos para mantener la evidencia biológica, no se tomaron suficientes fotografías y la evidencia en la supuesta escena del crimen se veía implantada.
Durante los juicios, se denunció que los primeros forenses que examinaron los cuerpos, lavaron y se deshicieron de evidencia que podría inculpar a los sospechosos.
La fragilidad de las pruebas recabadas dieron paso a que en las familias de las niñas y en el público surgieran dudas acerca de la veracidad de la reconstrucción de los hechos que las autoridades presentaron. Esta debilidad provocó que surgieran teorías conspirativas sustentadas principalmente por Fernando Díaz, padre de Miriam.
2. La responsabilidad de las familias
El caso no fue a juicio hasta 1997. Los meses previos a la sentencia, Fernando Díaz conoció a el periodista de sucesos, Juan Ignacio Blanco, con quién decidió investigar de nuevo los asesinatos. Ellos dos tenían una teoría muy diferente a la oficial, que señalaba a tres hombres de relevancia política y empresarial como los responsables del triple feminicidio.
Estas teorías las discutían en un programa llamado “Esta noche cruzamos el Mississippi”. Durante la transmisión, Fernando y Juan Ignacio mostraban evidencia fotográfica de los cadáveres de las niñas, así como detalles mórbidos sobre lo que ocurrió durante los asesinatos. Esto con el fin de sustentar sus hipótesis.
Probablemente la razón detrás de la exposición desmesurada de fotos y detalles era con fines de búsqueda de justicia. Lo cierto es que se realizó sin respeto hacia las víctimas y a las y los otros familiares que no estaban de acuerdo con que sus hijas fueran mostradas en televisión en repetidas ocasiones.
Pero no todo es culpa de Fernando y Juan Ignacio, ya que diversas televisoras notaron que hablar del caso y acompañarlo con detalles trágicos sobre cómo ocurrieron los feminicidios, aumentaba el rating. Se aprovecharon de la tragedia para inflar sus números.
4. La responsabilidad de los medios de comunicación
Se dice que la noche del 27 de enero de 1993 fue el inicio de la telebasura en España. Unas horas antes, los cuerpos de las niñas habían sido hallados. Y sólo unas horas después, la presentadora del programa “De tú a tú”, Nieves Guerrero y todo su equipo de producción se encontraban transmitiendo en vivo a lado de las familias de las víctimas. Durante el programa, se fueron revelando los detalles escabrosos que surgían en esos momentos sobre el descubrimiento de los cuerpos.
Por décadas se criticó fuertemente a Nieves Guerrero por su falta de tacto y respeto hacia las familias que se encontraban en estado de shock ante la situación.
En la actualidad…
Lo que ocurrió hace casi 20 años en el otro lado del hemisferio, sigue ocurriendo actualmente en México. Recordamos particularmente el feminicidio de Ingrid Escamilla.
Los cuerpos de las mujeres víctimas de feminicidio son utilizados como estrategia de publicidad. Alimentan el morbo de una sociedad que se entretiene consumiendo sucesos muy detallados de nuestros asesinatos. Acompañados con fotos y titulares amarillistas.
Centrarnos en las formas que las mujeres son arrebatadas de la vida, en sus relaciones personales y familiares. En cómo vestían o a qué hora estaban fuera de casa deslinda de responsabilidad a los feminicidas.
Las preguntas no deberían ser: “¿Con quién estabas? ¿Estabas tomando? ¿Qué hacías en la calle a esa hora? ¿Cómo estabas vestida?”. Las preguntas son: “¿Por qué la asesinaste? ¿Odias a las mujeres? ¿Por qué no pediste ayuda? ¿Por qué no la respetaste? ¿La percibes como un ser humano? ¿Creías que era de tu propiedad? ¿Por qué escapaste? ¿Crees que ella se merecía eso? ¿Qué te hace pensar que esa es forma de tratar a una persona?
El caso Alcàsser es sólo una prueba más de la brutalidad de una sociedad que no respeta, no cuida y no nutre a las niñas y mujeres.