Actualmente, la Organización Mundial de la Salud cuenta con una serie de recomendaciones para la conducción del trabajo de parto. Esto con el objetivo de hacer de la experiencia lo más cómoda, segura y memorable para las madres y su bebé. Así como, para reducir los riesgos de mortalidad y morbilidad materna y perinatal.
Entre las recomendaciones, la Organización Mundial de la Salud, aconseja permitir y alentar a las madres adoptar las posiciones que ellas desean para realizar el trabajo de parto, incluso si eso significa parir paradas, en agua, en cuclillas, o sentadas.
Desde la era prehistórica, dentro de las culturas antiguas, las mujeres daban a luz en una diversidad de posiciones. Con la evolución de la medicina y el despojo de las prácticas de partería hacia mujeres, parir recostada se fue popularizando alrededor del mundo hasta convertirse en la norma.
Hoy en día cada vez más mujeres deciden cómo y con quiénes desean dar a luz, pero después de tantos siglos pariendo recostadas en camas estériles de hospitales, ¿por qué estamos volviendo a nuestros inicios?
Los partos en las culturas primitivas
Para las mujeres de la época prehistórica esperar la llegada de sus descendientes en posición vertical era lo esperado. Estas prácticas prevalecieron durante mucho tiempo en distintas partes del mundo y fueron registradas en jeroglíficos, pictogramas y esculturas.
El experto en la cultura egipcia, Christian Jacq, en su libro “Las egipcias” relata que la mujer parturienta debía de estar desnuda con el pelo suelto, pues necesitaba liberarse de cualquier nudo que complicara el parto.
En las representaciones antiguas de partos se ve en el momento del nacimiento a la madre con el pelo suelto. Se decía que las mujeres debían deshacerse de los nudos y no recogerse el cabello durante el parto para evitar complicaciones.
Las mujeres parteras
En La mujer ginecóloga y partera (Notas históricas), el autor Fernando Sánchez-Torres, hace un recorrido por la historia y evolución de los partos y nos brinda un recuento de la trascendencia de las ginecólogas y las parteras en diversas culturas.
Torres nos cuenta que:
“En el Egipto faraónico se admitían mujeres en la profesión médica para desempeñar el oficio de comadronas. Igual cosa ocurría entre los hebreos.
Durante la antigua Grecia las mujeres también ejercían abiertamente la obstetricia; en cambio, la ginecología tenían que desempeñarla de manera clandestina.
En Roma, a principios de nuestra era, ejercían dos clases de mujeres: las obstetrices, o comadronas, que atendían sólo casos sencillos y que apelaban a los médicos cuando se consideraban incompetentes para actuar; y las feminae medicae, que se anunciaban como expertas en enfermedades de la mujer.
En la América prehispánica la mujer también desempeñó un papel destacado en asuntos obstétricos. Así, entre los mayas y los aztecas existían parteras expertas, pues practicaban versiones y embriotomías. Se llamaban tlamatqui ticitl, y a sus ayudantas tepalehuiam.“
Ver partos, ¿el fetiche de un rey?
Historiadoras e historiadores han difundido una posible teoría que señalan al rey Luis XIV como el responsable de que las mujeres realicen el trabajo de parto horizontalmente.
Se dice que el rey Luis gozaba de observar a las mujeres dar a luz, tanto, que ordenó estar presente en cada uno de los nacimientos de sus hijas e hijos (en total 22). Se cree que él contemplaba los partos como un espectáculo, por lo que siempre decidía estar en primera fila.
A pesar de que no existe suficiente evidencia que avale esta teoría, no sería difícil de creer que un rey haya instaurado el parto en posición horizontal como una cuestión de clase, y que el resto del reino y la comunidad médica hayan seguido sus ideas.
Fue hasta 1958, el médico obstetra Jaques Guillemeau propuso cambiar la diversidad de posiciones para el parto, a una semirreclinada. Sus ideas fueron apoyadas y difundidas en 1668 por el obstetra François Mauriceau.
François publicó su obra The Diseases of Women with Child, and in Child-Bed, a partir de la cual se le atribuyó en gran medida la influencia en el cambio de la posición de nacimiento.
El sedentarismo durante 1600’s
En su investigación El parto en diferentes posiciones a través de la ciencia, la historia y la cultura (2012), el Dr. Miguel Lugones Botell y la Dra. Marieta Ramírez Bermúdez relatan:
“La máxima exageración tuvo lugar entre la nobleza francesa, a quien se le debe el establecimiento de la obstetricia moderna: la mujer acostada en cama elevada.
Guillemeau en 1612 comenzó a sugerir el parto en decúbito dorsal y fue Francois Mariceau en 1668, obstetra y cirujano francés, el médico de la elegante nobleza parisina que, invitado a atenderlas, no vio mejor solución que permitirles seguir acostadas, aparentemente con la intención de aplicar el instrumento de moda en aquel entonces: el fórceps.
Fue así como el parto en decúbito dorsal se puso de moda proporcionando status. […] Del mismo modo, las mujeres de la nobleza, generalmente muy subidas de peso por su sedentarismo y vestimenta atiborrada, encontraron dicha posición cómoda para parir, debido a que no podían soportar estar en posición de cuclillas.
Así, los médicos encontraron una forma más fácil de asistir el parto, creándose mesas ginecológicas para el parto en posición horizontal y se instaló la costumbre de parir en posición echada en la cama como la Reina”.
La madre de la obstetricia moderna
Con una experiencia de más de 40,000 partos, Madame Lachapelle fue una pionera de la obstetricia. Llegó a ser la directora de la Maternidad de París y escribió un Tratado de Obstetricia.
En este texto puso en evidencia su rechazo a la utilización de fórceps en el parto para la mayoría de los casos, abogando por una mínima intervención de los médicos durante el mismo. El Tratado de Partos ha sido considerado una de las mejores obras de la literatura médica francesa de comienzos del siglo XIX.
Las aportaciones de LaChapelle fueron muchas, pero uno de las más importantes fue la maniobra para rotar la cabeza del feto con una sola rama del fórceps, mejor conocida como la maniobra de LaChapelle. Sus aportaciones contribuyeron a identificar y disminuir los riesgos que ponían en peligro las vidas de millones de mamás y bebés.
Ventajas del parto vertical
En la investigación Las posiciones maternas durante el parto: Una visión diferente desde la enfermería (2017), realizado por María García Hernández y Celia Jiménez Sánchez, estudiantes de la Universidad Autónoma de Madrid, las enfermeras identificaron las siguientes ventajas del parto vertical:
- Efectos respiratorios: el peso del útero, bebé, placenta, líquido amniótico y sangre, ayudan a que el útero descienda y no ejerza presión sobre los pulmones, lo que aumenta la relajación, la capacidad respiratoria y la oxigenación de la madre y el bebé.
- Efectos mecánicos: la fuerza de gravedad favorece el acomodo, encajamiento y descenso del feto a través de los diferentes espacios y cavidades del canal del parto, esto disminuye la duración del trabajo de parto.
- Existe un mejor equilibrio ácido-base fetal.
- Proporciona beneficios psicoafectivos importantes para la madre, como la reducción del dolor, sensación de libertad, de control, de participación y mayor rol protagónico, de mayor satisfacción durante y después del parto.
¿Por qué seguimos pariendo acostadas?
García y Jiménez nos tienen la respuesta:
“Una de las explicaciones que se encuentra a la utilización en la actualidad de la posición de litotomía (acostada con las piernas hacia arriba) es la comodidad del profesional que atiende el proceso de parto, ya que en posición de litotomía la exploración de la madre tanto abdominal como vaginal se facilita.
Además, la práctica actual más habitual es la monitorización continua externa a la madre, que obliga a mantenerla cerca del monitor sin posibilidad de deambular y con pocas opciones posturales que no sean laterales o en decúbito supino, adoptando de esta forma un papel pasivo”.
Seguimos pariendo de manera horizontal porque para el personal médico es más fácil y cómodo, pero esta posición deja de lado las necesidades de la madre y la pone en segundo plano. Esta práctica ha fomentado a la violencia obstétrica.
Son muchas autoras y autores que coinciden que alentar a la madre a adoptar la postura que ella desee durante el trabajo de parto está asociado con una mejor experiencia para ella. Uno de los sentimientos más importantes durante el parto es el de sentimiento de control por parte de la madre, permitirle escoger y decidir sobre y durante la experiencia no sólo es justo sino es un derecho.
Las y los profesionales de la salud deben ofrecen a la mujer diferentes diferentes posiciones y permitir que ella elija la que prefiera. Siempre que el bienestar fetal lo permita.
La respuesta; el parto humanizado
El llamado parto humanizado es aquel en el que la protagonista del parto es la madre y no las y los médicos, por lo que todas las decisiones que tome ésta serán respetadas y respaldadas por la o el profesional médico. Con ello es posible la generación de un ambiente privado y seguro para las madres y sus bebés.
El sitio de Reina Madre, un espacio web para aprender más sobre el parto humanizado, refiere que:
“Este método permite que las madres les den directamente la bienvenida a los recién nacidos y se diferencia sustancialmente del método que se da de manera convencional en muchos lugares, incluido nuestro país, donde la madre no es quien recibe a su hijo sino un partero intermediario que somete a las mujeres a rígidos tratamientos.”
En pocas palabras, los partos humanizados toman como prioridad los deseos de las madres y no los del médico como comúnmente se hace.
Parir, engendrar, dar a luz, concebir…
Dignificar a las madres durante este proceso se convierte en uno de los pilares irrevocables para que el parto no se convierta en un sinónimo de “mala experiencia” o “sufrimiento”.
¿Cuántas veces no hemos sido receptoras de una conversación en la que nuestras madres, tías, abuelas o hermanas relatan el calvario que vivieron durante sus partos?
Palabras como dolor, tiempo, gritos y cansancio abundan durante esas pláticas, y una crece con el miedo de que en caso de desear ser madre, corra con la misma suerte.
Los partos y la maternidad no sólo deben ser deseados, si no también libres, dignos, seguros y amorosos.