Mujeres trans
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Mujeres trans en el deporte. Foto: IA

La Testotransfobia: El Debate sobre Mujeres Trans en el Deporte

En esta generación de “cristal”, la inclusión ha llegado a un extremo tan grande que permitimos que mujeres trans compitan con mujeres, a pesar de tener la ventaja de contextura y fuerza de un hombre. ¿Acaso en nuestro intento de garantizar una plena inclusión no estamos impidiendo asegurar el juego limpio en el deporte competitivo?

Iniciemos por el principio…

Es importante destacar que los anteriores Juegos Olímpicos de Tokio 2020 fueron los primeros en permitir que una mujer trans participara. Se trató de Laurel Hubbard, quien fue eliminada al final de su categoría en levantamiento de peso. Sin embargo, previo a esto, fueron varias las mujeres a quienes se les excluyó de participar en ciertos deportes por su género. Así fue el caso en 2023, cuando la FIDE (Federación Internacional de Ajedrez) prohibió a las mujeres trans competir en torneos de ajedrez, sin dar explicación del por qué y dejando un sabor a transfobia y antifeminismo en el aire.

Ahora, ¿es acaso más “compresivo” excluir a las mujeres trans cuando se trata de deportes físicos más que intelectuales? ¿Dejarlas participar es regalarles una ventaja competitiva y una desventaja al resto de participantes?

La ciencia nos lo dice…

Es indudable que el cuerpo de un hombre y una mujer son diferentes. Si bien ambos son capaces de adquirir y desarrollar habilidades que les permitan realizar ciertas actividades de manera extraordinaria como el deporte, su somatotipo difiere por género. En general, la mujer promedio en plena madurez tiene una masa corporal y estatura menores que los hombres, poseen una pelvis más ancha y extremidades corporales más cortas, con musculatura diferente que, en el caso de las mujeres, provoca una disminución de la eficacia para correr, riesgo de hiperlaxitud de ligamentos y tendencia a sufrir lesiones en la rodilla.

Fisiológicamente hablando, los hombres tienen un 25% más de volumen cardíaco (efectividad de bombeo) ya que la caja torácica femenina es más pequeña, representando una capacidad pulmonar menor en un 10%. Esto afecta la capacidad de transportar oxígeno y a la presencia de un menor volumen de sangre circulante. Sin embargo, se ha comprobado que mujeres que realizan entrenamiento constante de algún deporte generalmente tienen un volumen cardiopulmonar similar al de hombres deportistas.

Teniendo en cuenta esto, que exista una condición física, expresión de la diversidad corporal humana, que otorgue una ventaja competitiva no debería considerarse una limitación para el desarrollo de una actividad deportiva, ya que supone la justificación de una desigualdad al considerar de forma arbitraria las implicaciones de la diferenciación binaria del sexo/género.

Sin embargo, quedan algunas dudas al respecto. Puesto que evidentemente existe una gran distinción entre hombres y mujeres a nivel fisiológico y morfológico, también lo es en el ámbito hormonal. De hecho, en el ámbito deportivo y en el culturismo, gran parte de la diferencia entre el rendimiento de hombres y mujeres, entre un 8% y un 12%, se le puede atribuir a la testosterona.

Mujeres trans
Mujeres trans en el deporte. Foto: IA.

La regulación de la testosterona en mujeres trans

Entre la comunidad de deportistas de élite, existen una gran variedad de perfiles endocrinos, debido a variaciones genéticas y biológicas endógenas. Estas características del ser, distintas a la disciplina y esfuerzo duro, son ventajas con las que ciertos deportistas nacen y facilitan que se conviertan en deportistas de élite. Por tanto, si se pretendiera realmente evidenciar las ventajas competitivas, deberían estudiarse sistemáticamente las diferencias que presentan todos los deportistas con respecto a la población general.

Cuando de testosterona se habla, es necesario precisar que esta hormona es conocida por sus efectos anabolizantes que aumentan la masa muscular y la fuerza, siendo de interés para mejorar el rendimiento físico. Las mujeres tienen entre 20% y 35% menos tejido muscular que los hombres debido a que la testosterona promueve la formación ósea y la síntesis proteínica, mientras que los estrógenos en las mujeres aumentan la masa grasa en un 7% a 10% más que en los hombres, resultando en una masa muscular aproximadamente 10% menor y entre un 40% y 60% menos fuerza en comparación con los hombres.

¿Pero qué pasa con las mujeres trans que regulan su producción de testosterona? Y ¿qué pasa con aquellas deportistas que no son mujeres trans pero que cuentan con enfermedades hormonales en cuanto a la testosterona? Tras varias polémicas debido a la presencia de altos niveles de testosterona en atletas de competencia, el Comité Olímpico Internacional estableció ciertas directrices con la excusa de mantener un juego limpio sin ventajas competitivas. En general, no se exige cambios anatómicos quirúrgicos, pero sí obliga a las mujeres, sean o no trans, a mantener niveles de testosterona por debajo de los 10 nanomoles por litro al menos por 12 meses antes de una competencia.

Testosterona, enemiga de la inclusión

En un inicio, el COI (Comité Olímpico Internacional) admitió que la cantidad de testosterona señalada en sus regulaciones no contaba con una evidencia sólida, por lo que resulta poco razonable señalar a los niveles altos de testosterona como únicos responsables de un mejor rendimiento deportivo. Sin embargo, recientemente el Consejo Mundial de Atletismo se ha pronunciado a favor de emitir un reglamento que obligue a las mujeres con diferencias en el desarrollo sexual a reducir su nivel de testosterona por debajo de los 2,5 nanomoles por litro, con un tiempo de 2 años para poder competir en una categoría femenina.

Es evidente que la testosterona se ha convertido en un problema para la competición de mujeres en el deporte, independientemente si son trans o no. Lo curioso es que, en busca de “emparejar la cancha” para que mujeres con exceso de testosterona como la atleta Caster Semenya no tengan una ventaja competitiva y puedan participar, se nos olvida que esta misma normativa no aplica en los deportes masculinos, en cuyo caso, sería un “ataque a su intimidad”. Hablando específicamente de Caster Semenya, fue condicionada por el tribunal a someterse a un tratamiento con estrógenos para alcanzar los niveles “normales” de testosterona según el criterio del COI.

A pesar del desacuerdo de muchas personas que califican estas medidas como “antifeministas” y “misóginas“, existe un numeroso grupo de deportistas y público que las apoya. Estos defensores argumentan que las categorías deportivas femeninas y masculinas existen por razones biológicas, y disminuir estas diferencias podría poner en riesgo a las atletas. Señalan que “controlar las hormonas” es esencial para mantener la seguridad y la equidad en el deporte.

La seguridad de las deportistas en muchos deportes de contacto no está garantizada cuando compiten con mujeres transgénero. Por ejemplo, la World Rugby realizó un estudio exhaustivo que incluyó talleres y consultas extensivas, concluyendo con la recomendación de no incluir a mujeres transgénero en competiciones femeninas internacionales debido a un aumento del riesgo de lesión de hasta un 30%.

Una investigación del Karolinska Institute en 2019 comprobó que las hormonas administradas para el cambio de sexo no eliminan completamente la ventaja muscular. El estudio, que incluyó a 11 mujeres trans y 12 hombres trans, mostró que, tras un año de tratamiento y reducción de testosterona, las mujeres trans mantenían ventajas sobre las mujeres biológicas. La controversia se intensificó en 2019 con el caso de CeCe Telfer, una atleta trans que obtuvo mejores resultados en la NCAA como mujer que cuando competía como hombre. En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, Laurel Hubbard se convirtió en la primera atleta trans en participar, haciendo historia.

Entonces, ¿qué se debe hacer?

La solución al tema de la participación de atletas transgénero y mujeres con altos niveles de testosterona en competiciones deportivas no es clara ni fácil. Más allá de la biología y los datos médicos, esta participación representa una lucha constante por la inclusión y la visibilización. Cuestiona los estándares heterocentristas y las expectativas sociales sobre la feminidad, desafiando el argumento de la “ventaja competitiva” y el control que las instituciones reguladoras ejercen sobre los cuerpos y las identidades no normativas.

A pesar de ello, las máximas instituciones deportivas han propuesto soluciones basadas en la normativización médica, obligando a las atletas a seguir tratamientos específicos si desean competir. El “Reglamento sobre Elegibilidad para Atletas Transgénero” establece que los atletas masculinos deben presentar una declaración sobre su identidad de género validada por un director médico. Las atletas femeninas, además de esta declaración, deben no haber pasado por la pubertad masculina más allá de cierto nivel y mantener niveles de testosterona por debajo de 2.5 nmol/L. Estas exigencias se justifican por las diferencias físicas que surgen a partir de la pubertad y afectan el rendimiento deportivo.

En el corazón de este debate se encuentra una lucha profunda por la inclusión, la visibilización y la dignidad humana. Cada atleta, independientemente de su identidad de género, lleva consigo sueños, sacrificios y un amor genuino por el deporte. La normativa actual, aunque busca garantizar la equidad, a menudo impone barreras que pueden estigmatizar y marginar a aquellos que ya enfrentan desafíos significativos en su camino hacia la aceptación.

Es vital recordar que más allá de los reglamentos y las cifras, estamos tratando con personas que desean competir y ser reconocidas por su valentía y su esfuerzo. Cada paso hacia la inclusión es un acto de justicia y compasión, un reconocimiento de que el deporte tiene el poder de unirnos en nuestra humanidad compartida. La verdadera victoria no reside solo en las medallas, sino en la capacidad de ver y celebrar a cada atleta como un ser humano íntegro y valioso. Que nuestras decisiones reflejen siempre ese espíritu de empatía y respeto, abrazando la diversidad que enriquece y fortalece nuestras comunidades deportivas.

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